HABÍA UN TIEMPO…

 24 horas al día

Había un tiempo donde el cielo brillaba más y era la luna, la que nos mandaba a dormir y las horas de silencio durante el día, era la de la siesta.
Había un tiempo que el sol blanqueaba las sábanas, tiempo donde se iba andando o en bicicletas a los sitios y por las noches, las aceras se llenaban de sillas ocupadas por familias enteras, tomando el poco aíre que corriera y viendo a sus hijos jugar y al cuidado de que no se cayeran o riñeran con algún otro niño.
Hubo un tiempo, que si llovía, las mujeres sacaban los cubos para llenarlos de agua de lluvia… Porque decían que era muy buena para “todo”.
Había un tiempo que nuestro despertador era nuestra madre o el canto de los pájaros o del gallo, tiempos de merendilla de mortadela, de coleccionar cromos, de vestir a las muñecas de cartón.
Era un tiempo donde no sobraba nada, excepto el tiempo, que teníamos mucho, para estar con la familia, los amigos y disfrutar de los pequeños detalles de la vida.
Ese era realmente el tiempo de 24 horas al día, donde eras tú, la que manejabas las agujas del reloj y ahora… “El tiempo”, nos echa de menos, porque tenemos de todo, menos tiempo.

“El pasado nos sirve para recordar cosas maravillosas, para evocar lo bueno y lo malo. Lo que se fue y no volverá. También funciona para tener presentes nuestros errores y no volverlos a repetir. Hay que tomarlos de una manera enriquecedora”.

Escucho en reiteradas ocasiones que las personas se arrepienten por haber gastado en tantas cosas materiales, cuando en este momento añoran lo más básico del mundo, como el contacto físico, tomarse un café con los amigos de la oficina por la tarde…

Seré feliz cuando…

Salir del “seré feliz cuando…”. Es un pensamiento ilusorio porque si no sabemos disfrutar y ser feliz con lo que tenemos ahora, tampoco lo seremos el día de mañana. Entonces, decidir ser feliz con lo que soy y con el momento presente. Para encontrar el camino al presente y liberarnos del estrés acumulado que nos dificulta esa conexión, ayudan los ejercicios de respiración, el yoga, la meditación.

Siempre hay tiempo, a cada instante… El tiempo no es un objeto que puedo perder, tampoco lo puedo recuperar. Entonces si creo que «me falta tiempo» seguramente me falta una buena relación con mi tiempo. No puedo hacer que el día tenga más de 24 horas pero sí puedo cambiar mi forma de vincularme con el tiempo.

El pensamiento “no tengo tiempo” suele expresar un sufrimiento psíquico que falta algo valioso en nuestra vida. Puede ser un síntoma de que se está buscando algo que no se encuentra. O que nos llenemos de actividades para intentar saciar nuestra ambición y controlar nuestro temor. Puede sucedernos que por más que nos esforcemos, persista una sensación de fracaso e impotencia. Si reconocemos algo de esto, es importante «parar la pelota y pensar», hacer una pausa y conectarnos con lo que nos está pasando, lo que estamos sintiendo, lo que realmente necesitamos.

Si repito «no tengo tiempo», me iré generando estrés y estaré mintiendo.  No es verdad porque el tiempo siempre está presente y disponible hasta el momento de nuestra muerte. Es una mentira socialmente aceptada pero nos hace mal, como personas y como sociedad. Los pensamientos que no son verdad, nos confunden y nos dejan prisioneros de un relato que construimos en nuestra cabeza. Nos impiden reconocer el problema y, por lo tanto, también nos impiden resolverlo. Más saludable es renunciar a la mentira de «no tengo tiempo» y reconocer qué es lo que me está faltando. Quizás sea motivación, entusiasmo, libertad.

La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes». A veces nos la pasamos pensando, intelectualizando, dando explicaciones, atrapados en excusas y vueltas para todo. Entonces se genera un vacío interior y pareciera que nada es suficiente, el tiempo no alcanza porque nada nos alcanza, no sentimos satisfacción porque no sentimos lo que nos pasa. Si no conocemos el camino, «salir de la cabeza» puede ser más difícil que salir de una prisión de máxima seguridad. Se requiere desarrollar habilidades para poder hacerlo.

( Los textos son de autor desconocido, fueron copiados y recontados por Adonis)

 

 

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