Cada día sale el sol
¿Quién no se ha quejado alguna vez cuando suena el despertador y desea seguir durmiendo un ratito más? ¿quién no se ha quejado porque el agua de la ducha tarda más de la cuenta en salir caliente, porque nos sirven un café que está demasiado frío o demasiado caliente? ¿quién no protesta cuando conduce tras otro coche que circula muy despacio o porque los semáforos se ponen en rojo cuando más prisa tenemos?, ¿y que me dices de la temperatura, alguien sabe cual es la temperatura ideal de una sala?, sea cual sea, siempre habrá alguien a quien no le parecerá bien.
Ciertamente, si queremos, tenemos millones de motivos para quejarnos, y si nosotros no lo hacemos seguro que conocemos personas de nuestro entorno que viven situados en la queja constante.
La pregunta es ¿son o somos más felices cuando nos quejamos?, ¿contribuye ello a cambiar la situación que genera la queja?, en ambos casos la respuesta es un rotundo NO.
La pregunta inmediata que se plantea es ¿entonces por qué nos quejamos?, básicamente por dos motivos:
El primero es porque con la queja desviamos nuestra atención sobre lo que sucede y eludimos pensar en nuestra responsabilidad y en lo que podemos hacer nosotros para que ello cambie.
La segunda razón es porque, inconscientemente, la persona que vive en la queja desea obtener la atención de los demás, ni que sea desde la compasión o la lástima.
El precio a pagar por quejarse es que nos incapacita para hacernos cargo de nuestra propia vida y nos genera dependencia de los demás, sin entrar ya en lo desagradable que resulta para los otros la compañía de una persona que vive en la queja constante.
Un ejercicio muy útil para cambiar todo ello, es fijarse cuántas veces al día nos quejamos, sobre qué o quién lo hacemos y cuántas de esas quejas son gratuitas y nos las podríamos haber ahorrado. Un siguiente paso del ejercicio consiste en comprometernos con nosotros mismos a no quejarnos y retarnos a estar 21 días seguidos sin queja.
Cuando son las personas de nuestro entorno las que se quejan de forma constante, ciertamente nosotros no podemos actuar por ellos, pero sí podemos decidir cómo nos afectan sus quejas y cómo actuamos ante ellas. En vez de hacernos cómplices compadeciéndonos y reforzando su papel de víctima podemos optar por hacer la “técnica del espejo” y mediante sencillas preguntas del tipo “¿qué se te ocurre para cambiar eso?” desviar su atención hacia su propia responsabilidad o, como mínimo, evitar que se queje ante nosotros.
Dejar de quejarse
Dejar de quejarnos, empezar a comunicarnos de otra manera, nos aporta muchas ventajas:
- Favorecemos un estado de ánimo más adecuado y más salud.
- Estamos activos, en disposición de resolver las dificultades habituales en nuestro trabajo y nuestra vida.
- La familia, amigos o compañeros de trabajo, disfrutarán más con nuestra compañía.
- Disminuimos la aparición de emociones negativas tales como celos, envidia, malestar, nerviosismo o tristeza.
- Favorece que aceptemos y entendamos lo que tenemos que cambiar ya que en vez de quejarnos, podemos buscar soluciones.
- Fomenta que nos responsabilicemos de las cosas que decimos o hacemos, en vez de culpabilizar a los demás
“Hay millones de motivos para quejarse y millones de motivos para no hacerlo. Optar por una opción o por otra depende de ti”.
Ante la posibilidad de quejarse o no hacerlo, a partir de ahora ¿con qué opción te quedas tú?
( Los textos son de autor desconocido, fueron copiados y recontados por Adonis)