El anciano sabio
Cuenta la leyenda que había una vez un anciano que pasaba los días sentado junto a un pozo de agua a la entrada del pueblo. Un día, un joven se le acercó y le preguntó: ‘Yo nunca he venido por estos lugares. ¿Cómo son los habitantes de esta ciudad?’. El anciano le respondió con otra pregunta: ‘¿Cómo eran los habitantes de la ciudad de la que vienes?’. ‘Egoístas y malvados, por eso me he sentido contento de haber salido de allí’. ‘Así son los habitantes de esta ciudad’, le respondió el anciano.
Un poco después, otro joven se acercó al anciano y le hizo la misma pregunta: ‘Voy llegando a este lugar. ¿Cómo son los habitantes de esta ciudad?’. El anciano contestó de nuevo con la misma pregunta: ‘¿Cómo eran los habitantes de la ciudad de donde Usted viene?’. ‘Eran buenos, generosos, hospitalarios y trabajadores. Tenía tantos amigos que me ha costado mucho separarme de ellos’. ‘También los habitantes de esta ciudad son así’, respondió el anciano. En cuanto el joven se alejó, un vecino que había llevado sus animales a tomar agua al pozo y que había escuchado la conversación le dijo al anciano: ‘¿Cómo puedes dar dos respuestas completamente diferentes a la misma pregunta hecha por dos personas?’. ‘Mira’, le respondió. ‘Cada uno lleva el universo en su corazón. Quien no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo hallará aquí. En cambio, aquel que tenía amigos en su ciudad, encontrará también aquí amigos leales y fieles. Porque las personas son lo que encuentran en sí mismas: encuentran siempre lo que esperan encontrar’.
Lo que llevas dentro
Quien insulta, se insulta. Quien desprecia, se desprecia.
Quien odia, se odia. Quien maldice, se maldice.
Quien critica, se critica.
Quien miente, se miente. Quien acusa, se acusa.
Quien maltrata, se maltrata.
Pues todo aquello que de nosotros sale a nosotros regresa, a nosotros pertenece y a nosotros afecta.
Todo lo que haces, piensas o dices del resto del mundo,
te define en este momento y a ti vuelve, convirtiéndose en un círculo, en una rueda que no es fácil de romper, así como en un gran engaño, debido al hecho de creer que toda esa visión pertenece solo al exterior.
Si lo que de ti sale es engaño, espera solo ser engañado;
si lo que de ti nace es simpatía, disponte a recibir simpatía y,
si lo que de ti surge es incomprensión hacia los demás, prepárate para no ser comprendido.
Porque lo que ves fuera, a tu alrededor, es justo lo que llevas dentro.
Todo aquello externo a lo que tu mente presta atención, que enjuicias o valoras, es exactamente lo que existe en tu interior.
Y cuanto más duele ver un defecto o un comportamiento en los demás, más profunda es la herida, porque reconoces la tuya propia.
Si quieres conocerte, pon atención a tu entorno, a todo lo
que tu mente observa cada día a tu alrededor y estarás frente a
un retrato de ti mismo, frente a un dibujo exacto de tu interior. Porque lo que es fuera, también es dentro.
¿O no son quizás los consejos que se dan a los demás los
que mejor nos sirven a nosotros mismos, cuando nos
encontramos en una situación parecida?
Porque lo que de ti surge está hecho justo para ti, ahora, en este momento. Y conociendo esto, que la vida es una rueda y que
todo está en nosotros, solo podemos vislumbrar una solución
para romper este círculo, para cambiar el mundo y para
cambiar nuestro destino, que es dirigiéndose al cimiento de la
mente, al lugar de donde emerge y se manifiesta nuestro yo: el pensamiento. Y para ello es necesario observarlo, estudiarlo y controlarlo. O al menos, encender una luz de alarma, un dispositivo que nos avise que entra en nuestra mente un pensamiento que no nos conviene, inadecuado, perjudicial para nosotros. Y en cuanto seamos avisados, localizarlo, reconocerlo y desecharlo.
Solo desde el interior, desde dentro, se puede modificar todo,
se puede mejorar el entorno; solo el interior dirige el camino,
porque todo está en ti, todo depende de ti y solo a ti volverá.
(Los textos son de autor desconocido, fueron copiados y recontados por Adonis)