Amar y sufrir
¿Cuántas veces no te has sentido tan perdida y desconectada que desearías que Dios te diera una señal en algo, que te estrechara entre sus brazos?
Tú has acogido al niño, desde el momento de tu embarazo acogiste a ese niño, al acoger a ese niño, acoges a Dios y en tu casa está doblemente su presencia.
Tu hijo no va a ser siempre un idilio, tendrá días de escopeta cargada, pero tú lo acoges, y al acogerlo, Dios te abraza, o dime si no qué hace tu descendencia, sino tener la tierra para sí generación tras generación.
Dios te va a abrazar siempre por tu acogida, y puede que tú en algunos momentos de tu vida te sientas desconectada y dejes de mirar, pero Él siempre está para ti y siempre mira, no para juzgarte, sino para estar pendiente como una madre que persigue con la mirada los primeros pasos de su hijo, te deja hacer con toda libertad, te respeta y te espera.
Es también como el padre que aguarda despierto a que el hijo llegue de la calle: te respeta y te deja ir, te ama y te prefiere y por nada del mundo te forzaría a estar con él si tú no quieres, pero siempre está.
La experiencia del primer hijo desborda de amor a la madre sintiendo que su capacidad de amar ha llegado al límite, pero con la llegada de más hijos una mujer descubre que el amor no se reparte, el corazón se ensancha de tal manera que siempre queda un hueco para acoger a quien necesite una mamá.
El amor de una madre es lo que más se asemeja al amor de Dios, que no tiene límites, que nunca se cansa, que confía, espera y perdona.
Ser mamá es vivir el misterio de la vida de alguien que está dentro de mí, pero no es yo, que necesita de mí, pero algún día no me necesitará más, Dios eligió mi vientre como el mejor de los nidos, y a toda mi persona para participar con Él en el milagro de la creación.
El destino de una madre es esperar a sus hijos.
Los esperas cuando estás embarazada.
Esperas cuando salen de la escuela.
Esperas a que lleguen a casa después de una noche de fiesta.
Los esperas, que vengan de visita, cuando comienzan sus propias vidas.
Los esperas cuando llegan del trabajo con la comidita caliente y un rico postre.
Los esperas con amor, con ansiedad y a veces con rabia que pasa inmediatamente al verlos y los puedes abrazar.
Asegúrate de que tu madre no tenga que esperarte más, visítala, ámala, abraza a quien te ama como nadie lo hará jamás.
No la hagas esperar, ella está esperando, que te acuerdes de llegar, no solo el día de la madre con una rosa comprada para salir del paso ella te espera siempre todos los días a cada instante
Porque su tiempo se agota, su piel envejece, pero su corazón se mantiene vivo por ti.
Amala, con todo tu ser.
( Los textos son de autor desconocido, fueron copiados y recontados por Adonis)